Cuatro exploradores buscan a un científico que se ha perdido en la selva peruana mientras indagaba un yacimiento de radio. Entonces reciben la llamada del profesor Thorkel, un erudito experto en física, quien tiene un método para reducir seres vivos de tamaño, pero que precisa de ayuda en las tareas debido a sus enormes problemas de visión.
Dirección: Ernest B. Schoedsack. Producción: Paramount Pictures. Productores: Dale Van Every [y Merian C. Cooper, sin acreditar]. Productor delegado: William LeBaron [sin acreditar]. Guion: Tom Kilpatrick, [y Malcolm Stuart Boylan, sin acreditar]. Fotografía: Henry Sharp. Música: Gerard Carbonara, Albert Hay Malotte, Ernst Toch. Montaje: Ellsworth Hoagland. Dirección artística: Hans Dreier, A. Earl Hedrick, Robert Odell. FX: Charles Gemora (maquillaje), Farciot Edouart, W. Wallace Kelley (fotografía de proceso), Jan Domela (pinturas matte), Gordon Jennings (efectos fotográficos), Paul K. Lerpae (fotografía óptica). Intérpretes: Albert Dekker (Dr. Thorkel), Thomas Coley (Bill Stockton), Janice Logan (Dra. Mary Robinson), Charles Halton (Dr. Bulfinch), Victor Kilian (Steve Baker), Frank Yaconelli (Pedro), Paul Fix (Dr. Mendoza), Frank Reicher (profesor Kendall), William Wilkerson (indio mudo). Nacionalidad y año: Estados Unidos 1940. Duración y datos técnicos: 77 min. color 1.37:1.
Ernest B. Schoedsack es de esos directores condenados a ser valorados por una única película, a saber, la magistral King Kong (King Kong, 1933), correalizada junto a su socio Merian C. Cooper. Ciertos grupos cinéfilos le valoran, también, la maravillosa El malvado Zaroff (The Most Dangerous Game, 1932). Lo demás, diríase, queda olvidado, así Las cuatro plumas (The Four Feathers, 1929), Los últimos días de Pompeya (The Last Days of Pompeii, 1935) o la ignota The Monkey’s Paw (1933), por solo citar las más rimbombantes. O la misma Dr. Cyclops (1940), que permaneció en España totalmente olvidada hasta una edición en DVD.
El guion es debido a Tom Kilpatrick, un autor no excesivamente fructífero que escribió, en especial, películas del Oeste; junto a él, y sin acreditar, participó Malcolm Stuart Boylan, este más activo y más variado. Se suele referir que el libreto está basado en un relato del excelente autor pulp Henry Kuttner, pero se trata de un error. En junio de 1940 el escritor publicaba una historia con ese título en la revista Thrilling Wonder Stories, mientras que la presente película tuvo su estreno el 12 de abril de 1940. Difícilmente, pues, podía ser la segunda una adaptación de la primera. En realidad se trataba de una novelización, publicada con fotos de la película. Existe otra novelización, más larga y posterior, debida al seudónimo colectivo de Will Garth, y que podría corresponder tal vez a Alexander Samalman.
Estamos aquí ante una representante de esa variedad temática que es la de los seres humanos reducidos de tamaño, de la cual sus más afamadas muestras son las excelentes Muñecos infernales (The Devil-Doll, Tod Browning, 1936) y El increíble hombre menguante (The Incredible Shrinking Man, Jack Arnold, 1957). Y no olvidemos la antológica escena debida a la magia de John P. Fulton en La novia de Frankenstein (Bride of Frankenstein, James Whale, 1935). Sin embargo, la reducción en sí y el cambio de perspectiva inherente no se habían erigido en protagonistas de la historia hasta el presente film. Construido, en palabras del propio Schoedsack «con bocetos y un microscopio», se yergue como todo un precedente de El increíble hombre menguante y, en general, de las inquietudes que marcarían la posterior madurez del género.
El film se centra en la idea básica del guion de Tom Killpatrick —algo dañado por su inclusión de elementos humorísticos, caracterizados por el personaje del peruano Pedro, tonto y cobarde—, distorsiona la óptica del espectador y hace que los seres y objetos cotidianos aparezcan como monstruosos enemigos de los que hay que protegerse, reflejando con fidelidad la exultante personalidad del director. Curtido en el documental, en la filmación de retazos de la naturaleza salvaje, Schoedsack insufló a su cine de un notable aliento épico, el gusto por el exotismo y la aventura en su sentido más puro y primitivo, combinando a la perfección el realismo propio de la cámara cinematográfica con la imaginación más desbocada, que es, como ya lo fue su obra magna King Kong, la verdadera esencia de este Dr. Cyclops, marcado por la inexorable persecución de Albert Dekker, diríase discípulo de El malvado Zaroff y heredero indiscutible de una larga tradición de mad doctors fílmicos. Aunque se la suele catalogar de terror, cabría situarla más bien en el género de la ciencia ficción, además apoyada en un delicioso entorno aventurero que aprovecha a la perfección la fotografía en color que resalta los verdes abruptos de una selva siempre plagada de peligros.
El paralelismo con El malvado Zaroff —una película sobre un cazador empedernido que, aburrido de la actividad habitual, decide cazar seres humanos— se potencia también por la estructura de la historia, con una primera mitad de presentación y una segunda dedicada a la persecución, acecho y huida de los diversos personajes. El acoso por parte del malvado doctor Thorkel —el título del film, «Doctor Cíclope», es alegórico, aludiendo a su tamaño descomunal (por comparación) y sus limitaciones oculares— resulta agobiante, y el grupo de humanos reducidos inventa mil y un recursos con el fin de escapar de él, con momentos muy logrados, como ese eterno ascenso de una pequeña escalera con, sin embargo, escalones inmensos, en proporción.
Digna de destacar es la eficacia y rotundidad de los efectos especiales diseñados por Jan Domela y Paul K. Lerpae, los cuales, mayoritariamente por medio de matte paintings y transparencias, difunden una impresión de sencillez similar a la de aquellos seriales aventureros que proliferaron en los inicios del Séptimo Arte. Los efectos visuales, concebidos por Gordon Jennings y Farciot Edouart, además, gozaron una nominación al Oscar, junto a otras trece cintas más —ganaría la inglesa El ladrón de Bagdad—. Amén de los efectos ópticos, se creó una mano gigante para cuando el científico atrapa a los humanos reducidos, en un concepto visual similar a algunos instantes de King Kong. Uno de los momentos cruciales es un enfrentamiento entre los reducidos y un cocodrilo normal pero que, por comparación, semeja enorme, y que podría considerarse un precedente de un momento muy similar en Los viajes de Gulliver (The 3 Worlds of Gulliver, Jack Sher, 1960), con efectos especiales de Ray Harryhausen. Dr. Cyclops fue, además, la primera película de género fantástico que se rodó en Technicolor de tres bandas.
La película consiguió buenas críticas así como una taquilla aceptable. Como se dijo con anterioridad, en España no logró estreno, posiblemente por los prejuicios inherentes con el género fantástico, así como al apoyo que dio el franquismo al régimen nazi, si bien esa condición del científico loco podría haberse obviado con facilidad por medio del doblaje.
Anecdotario
- Título en Argentina: Doctor Cíclope: El ogro de la selva. Títulos en México: Doctor Cíclope / El ogro de la selva. Título en Venezuela: Doctor Cíclope.
- Premios: Oscar: nominación a los efectos especiales. Hugo: nominación a mejor representación dramática en formato largo.
- El rodaje tuvo lugar en los Paramount Studios, en Hollywood, Los Ángeles, California, así como en el Paramount Ranch, en Agoura, California, para representar la hacienda peruana. Se filmó durante el mes de junio de 1939.
- Allen Fox, en un rol de taxista, aparece en los registros del estudio para ese papel, pero no se le distingue en la película final.
- Luana Walters fue originalmente elegida para el papel de Mary Robinson.
- La escena en la que el Dr. Thorkel asesina al Dr. Mendoza falta en muchas copias de televisión.
- En el film The Flesh Eaters (Jack Curtis, 1964) llaman a un personaje Dr. Cyclops.
- Se estrenó en Estados Unidos el 12 de abril de 1940. En España permaneció inédita hasta su edición por parte de Absolute Distribution, en un pack especial de la colección L’Atelier XIII.
Bibliografía
«Doctor Cíclope»; por Henry Kuttner. En Vinieron de la Tierra; recopilación de Jim Wynorski; traducción de Domingo Santos y Francisco Blanco. Barcelona: Martínez Roca, 1984. Colección: SuperFicción (1ª época); nº 89. T.O.: «Dr. Cyclops» (1940).
Doctor Cyclops; por Will Garth [Alexander Samalman]. Nueva York: Phoenix Press, 1940. Inédito en España.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: ****
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra