La momia del despótico faraón egipcio Amenhotep es encontrada por una expedición de científicos ingleses y trasladada a Londres. Un servidor y sumo sacerdote, Assad Bey, y su ayudante Zanufer, se presentarán también en la ciudad con el fin de hacer resucitar a esta y cumplir venganza contra los profanadores de la tumba.
Dirección: Carlos Aured. Producción: Lotus Films Internacional (España), Sara Films (Venezuela). Productor: Julián Esteban. Productor ejecutivo: Luis Méndez. Ayudante de producción: Ángel Parrondo. Guion: Jacinto Molina. Fotografía: Francisco Sánchez. Música: Alfonso Santisteban. Montaje: María Luisa Soriano. Decorados: Gumersindo Andrés. FX: Miguel Sesé (maquillaje), Pablo Pérez (efectos especiales). Intérpretes: Paul Naschy (Amenhotep / Assad Bey), Rinna Ottolina (Helen / Amarna), Jack Taylor (profesor Nathan Stern), María Silva (Abigail), Helga Liné (Zenifer), Eduardo Calvo (Sir Douglas Carter), Fernando Sánchez Polack (Anchaff), Luis Dávila (inspector Taylor), Luis Gaspar (mozo en el pajar), José Yepes (recién casado), Celia Cruz (Peggy), Pilar Bardem (profesora), Ana María Pou (Anne), Maricruz Fernández (Mary), Juan Antonio Soler, José Monne, Amaya Perelló, José Martínez Blanco… Nacionalidad y año: España, Venezuela 1973. Duración y datos técnicos: 91 min. – Eastmancolor – 2.35:1 – Techniscope – 35 mm.

Como es bien sabido, Jacinto Molina/Paul Naschy tenía en gran estima el cine clásico de la Universal, y forjó no pocas de sus obras recuperando los diversos mitos que la legendaria productora abordó en tiempos. El personaje de la momia ya lo había tocado como guionista por primera vez en aquel cóctel de criaturas que fue Los monstruos del terror / Dracula jagt Frankenstein / Operazione terrore (Tulio Demicheli, Hugo Fregonese, 1970), donde, como actor, volvió a encarnar al licántropo Waldemar Daninsky. Sin duda con la intención de poder encarnar él mismo a esta milenaria quimera decidió crear la presente obra.

La momia (The Mummy, Karl Freund, 1932), fue la pionera con respecto al personaje, aunque cabe señalar que la iconografía característica del mismo solo se vislumbra sesgadamente, casi de un modo elíptico, durante unos segundos. La propia Universal recuperó el mito, ya con la representación de todos conocida, en una tetralogía iniciada con The Mummy’s Hand [dvd: La mano de la momia, Christy Cabanne, 1940)[1], y que en cierto modo supone un remake lejano de la previa, donde se reinstauran las premisas. Años más tarde, la británica Hammer Films, en su ciclo de nuevas versiones más o menos oficiales de los clásicos de la Universal, echó el ojo sobre el tema del faraón revivido, y así nos aportó La momia (The Mummy, 1959, Terence Fisher), que de determinada manera fagocita las constantes argumentales de las diversas cintas sobre el tema realizadas por la Universal[2].

A la hora de encarar el libreto de La venganza de la momia (Carlos Aured, 1973) Jacinto Molina efectuó una fusión entre lo que aportaba la película de Freund con la de Fisher, con la prevalencia dramática de la primera, pero incorporando la estética tradicional de las momias del sub-ciclo Universal. En este aspecto, véanse los nombres del personaje protagonista; así, Imhotep en la cinta de Freund[3] es aquí Amenhotep, en lo que se refiere a la encarnación en tiempos faraónicos, y con lo que respecta a la entidad actual, Ardath Bey es transformado en Assad Bey.

El faraón Amenhotep es un sádico, que disfruta torturando mujeres, y lo acompaña una concubina, Amarna, todo lo cual lo equipara con el personaje de Alaric de Marnac, siendo ambos muy parecidos en los rasgos principales; así, en los dos casos, los malvados serán castigados y ejecutados, mas estos regresarán siglos después de ultratumba para cumplir su venganza. Dentro de esa semejanza antes referida con la película de Freund se da un contraste fundamental: la división del personaje principal en dos diferentes. De tal manera, por un lado tenemos a la momia revivida en sí, envuelta en vendajes y joyas, y por otro lado a Assad Bey, servidor y descendiente de Amenhotep.

De ese modo Jacinto Molina se asegura la encarnación de dos personajes diferentes, algo muy de su agrado, mientras que, por otra parte, al tiempo que da vida a un ser que puede desenvolverse dentro de un entorno cotidiano, también logra representar la iconografía tradicional de momia para cumplir con los arquetipos genéricos. Esta dualidad ofrece puntos interesantes, dado que, una vez resucitada la momia, la interdependencia entre esta y Assad Bey, servidor y creador a un tiempo, se van alternando, estando uno al servicio del otro y viceversa, en un juego de esclavitudes recíprocas que se retroalimentan entre sí.

Uno de los personajes fundamentales es otro subdividido en dos: Amarna, la concubina de Amenhotep, y Helen (o Elena), la posible descendiente en la actualidad. Ese doble cometido tiene ecos, una vez más, del film de Freund, pero también hay detalles que remiten a la novela de Bram Stoker La joya de las siete estrellas (The Jewel of the Seven Stars, 1903), con la muchacha contemporánea sufriendo una especie de posesión, o regresión, de la entidad anterior. Con todo, al final se da un elemento bastante peculiar con respecto al personaje de Elena. En la breve entrevista que en el DVD español de la película ofrece Jacinto Molina, este se refiere al «beso de la momia», que contamina a la muchacha. ¿Tal vez sea esa contaminación la que produzca la degradación final, o podría ser que una reencarnación de milenios revierte?

A nivel de realización Carlos Aured muestra su característica falta de maña en la puesta en escena, provocando una narración a base de altibajos, sin fluidez, y que incita a que el escaso metraje se haga eterno. Su rúbrica visual se articula por medio del zoom, y son de destacar las escenas rodadas en Londres, generosas en planos en contrapicado, como si de Orson Welles se tratara, pero propiciadas con el fin de eliminar referencias actuales que rompan la ambientación decimonónica[4]; aun así, en una conversación entre los personajes de Jack Taylor y María Silva se distingue al fondo el Puente de Londres y cómo circulan vehículos modernos sobre él.

Según parece, el director inicialmente previsto era León Klimovsky, pero al no estar disponible se optó por Aured. Eso sí, al menos tenemos dos instantes que destilan una insólita fuerza. Así, existe un plano de apenas unos segundos, con Assad Bey y Zenifer esperando junto a un coche de caballos a que la momia cometa uno de sus ataques, y que muestra una potencia iconográfica cautivante. Y también una atmosférica persecución por unas alcantarillas, aunque recuerda en exceso a una muy similar a la que apareció unos años atrás en la hammeriana The Curse of the Mummy’s Tomb.

El guion de Molina, de esta manera, repica muchas de sus constantes previas, sin olvidar las citas referidas a los clásicos, y el desarrollo resulta en exceso mecánico. A destacar, además, el personaje del inspector de Scotland Yard, toda una lección de ineptitud, que ante las sospechas por parte del profesor Stern de que el causante de todo sea Bey, le replica «Nuestras investigaciones van en un sentido muy contrario», pero que en realidad nada hace en toda la película hasta que recibe un informe de El Cairo.

En el aspecto interpretativo, cabe reseñar el alarde a la hora de reunir tanta figura del fantaterror. Así, junto a Naschy tenemos a los ya mencionados Jack Taylor y María Silva, así como Helga Liné —en un personaje ambivalente, que de un inicio de malvada terminará redimiéndose, acaso por un amor lésbico—, entre los habituales al género. Naschy, curiosamente, se muestra aquí bastante apático e incluso algo perdido, tanto en su papel inicial de faraón como en el del «resucitador» en la era contemporánea. A los intérpretes referidos les acompañan actores de reparto del peso dramático de Eduardo Calvo o Luis Dávila, aunque hay que destacar sobre todo a Fernando Sánchez Polack como el sacerdote Anchaff, con un apabullante maquillaje que le otorga una presencia asombrosa. Y el film, también, ofrece la presentación de Rinna Ottolina[5] en el doble papel de Elena y Amarna, pero que la actriz es incapaz de aprovechar debido a su inusitada sosería e inexpresividad[6]. Con todo, hay momentos en los que incluso a un actorazo como Eduardo Calvo se le percibe incómodo ante lo artificioso de los diálogos que le toca recitar.

Destaquemos igualmente unos breves instantes de gore, asombrando entre ellos los de unos rostros de bellas muchachas triturados por el puño de la momia, y donde asoma una mezcolanza de carne picada, sesos y ojos. O el muy hábil maquillaje por parte de Miguel Sesé, con una momia apergaminada de un aspecto muy solvente –su trabajo requería tres horas de aplicación–, al que cabe añadir el ya citado rostro quemado del sacerdote Anchaff, junto a la disolución final de Amarna. Y, aunque por motivos contrarios, también refiramos la muy torpe lucha final entre el profesor Stern y la momia, resuelta además con una planificación inadecuada, que resalta aún más la indecisión de los actores. El resultado, pues, ofrece una más de las aportaciones a un mito que nunca ha tenido excesiva suerte en la historia del género.

Anecdotario
- Títulos anglosajones: The Vengeance of the Mummy / The Mummy’s Revenge.
- El rodaje tuvo lugar en el castillo de Viñuelas, en Madrid, y en diversas localizaciones de Londres, a saber, el Victoria Embankment, Puente de Londres y el Queen’s Walk, South Bank, Lambeth.
- Filmada con un presupuesto estimado de diez millones de pesetas.

- Los decorados y el vestuario del antiguo Egipto fueron reciclados de la película Marco Antonio y Cleopatra / Antony and Cleopatra / Antoine et Cléopatre (1972), dirigida y protagonizada por Charlton Heston. En ambas cintas participaba el productor Julián Esteban.
- Voces de doblaje: José Guardiola (Paul Naschy como Amenhotep), Jesús Nieto (Paul Naschy como Assad Bey), María Luisa Rubio (Rina Ottolina), Héctor Cantolla (Jack Taylor), Pilar Gentil (Helga Liné), Simón Ramírez (Luis Dávila), Eduardo Moreno (recepcionista del hotel / mayordomo), Antonio Requena (Carmichael), José Martínez Blanco (narrador), Joaquín Vidriales (empleado del museo)…
- Estrenada en España el lunes 27 de octubre de 1975.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: **
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra
[1] Las otras tres películas son The Mummy’s Tomb [dvd: La tumba de la momia, Harold Young, 1942], The Mummy’s Ghost [dvd: El fantasma de la momia, Reginald Le Borg, 1944] y The Mummy’s Curse [dvd: La maldición de la momia, Leslie Goodwins, 1944]. Ninguna de ellas se estrenó en España en su época, y solo recientemente han podido ser vistas en nuestro país en ediciones en DVD de dudosa legalidad.
[2] Después de la presente, empero, la Hammer no prosiguió ciclo alguno, y sirvió variadas muestras ocasionales sin relación entre ellas, como atestiguan The Curse of the Mummy’s Tomb [tv/dvd: La maldición de la momia, 1964, Michael Carreras], The Mummy’s Shroud [tv/dvd: El sudario de la momia, 1967, John Gilling] y Sangre en la tumba de la momia (Blood from the Mummy’s Tomb, 1971, Seth Holt y M. Carreras], según la novela de Stoker citada más adelante.
[3] En las siguientes películas de la Universal la momia se llamará Kharis, al igual que en la cinta de la Hammer.

[4] Pese a que en muchas fuentes se dice que la cinta se ambienta en el siglo XIX, entre ellas el propio Paul Naschy en la presentación del DVD español, en un momento de la trama uno de los personajes refiere que están en el siglo XX.
[5] Debutó con la presente y abandonó el cine en 1979, con solo seis películas en su haber. De nacionalidad venezolana, fue hija de Renny Ottolina, popular presentador de televisión, y en los años ochenta se centró en ser bailarina y cantante. De hecho, la participación de la actriz propició que la presente película fuese una coproducción oficiosa con Venezuela, entre Lotus Films y Sara Films, propiedad esta última del padre de la joven.
[6] La actriz no quedó contenta con el film por su temática, que consideraba inferior. Al respecto declararía: «Aspiro a algo más. Creo que los films de terror te limitan. Y yo tengo posibilidades de mucho más». Terror Fantastic nº 26. Barcelona, noviembre 1973; pág. 31.
