En 1922, una expedición halla en El Cairo la momia de Imhotep. Cuando uno de los arqueólogos queda a solas pierde la razón al ver que la momia cobra vida y se apodera de un pergamino… Diez años después, un misterioso egipcio, que se presenta como Ardath Bey, se muestra ante otros dos exploradores, y su atención se ve impelida por la presencia de una hermosa y exótica muchacha.

Dirección: Karl Freund. Producción: Universal Pictures. Productor: Carl Laemmle Jr. Productor asociado: Stanley Bergerman [sin acreditar]. Guion: John L. Balderston, según un argumento de Nina Wilcox Putnam y Richard Schayer. Fotografía: Charles J. Stumar. Música: James Dietrich, Michel Brusselmans, Heinz Roemheld, Piotr Il’ich Tchaikovsky [sin acreditar]. Montaje: Milton Carruth. FX: Jack P. Pierce (maquillaje), John P. Fulton (efectos visuales). Dirección artística: Willy Pogany [sin acreditar]. Intérpretes: Boris Karloff (Imhotep /Ardath Bey), Zita Johann (Helen Grosvenor / princesa Ankh-es-en-amon), David Manners (Frank Whemple), Arthur Byron (Sir Joseph Whemple), Edward Van Sloan (Dr. Muller), Bramwell Fletcher (Ralph Norton), Noble Johnson (el nubio), Kathryn Byron (frau Muller), Leonard Mudie (profesor Pearson), James Crane (el faraón), Florence Britton, Jack Deery, Bill Elliott, Leyland Hodgson, Eddie Kane, Tony Marlow, George Regas, Nick Shaid, C. Montague Shaw, Pat Somerset, Arthur Tovey… Nacionalidad y año: Estados Unidos 1932. Duración y datos técnicos: 73 min. – B/N – 1:37:1 – 35 mm.

 

La Universal vivía una época de esplendor en la década de los treinta del pasado siglo con su ciclo de cine de terror. Uno de los puntos álgidos, con todo, acontece con La momia (The Mummy, 1932), realizada por el gran Karl Freund. Freund (1890-1969) fue un inmenso director de fotografía alemán que otorgó su impecable y móvil caligrafía cinematográfica a clásicos como Die Spienen [tv/dvd: Las arañas, 1919-1920], de Fritz Lang, el desaparecido Horror, o el extraño caso del doctor Jekyll (Der Januskopf, 1920), de F. W. Murnau, El golem (Der Golem, wie er in die Welt kam, 1920), de Carl Boese y Paul Wegener, o Metrópolis (Metropolis, 1927), de Lang, entre muchas otras. Una vez en Estados Unidos, retrata las míticas Drácula (Dracula, 1931), de Tod Browning, y Doble asesinato en la calle Morgue (Murders in the Rue Morgue, 1932), de Robert Florey, implantando en sus imágenes el tejido típicamente expresionista de sus primera obras.

 

El siguiente gran paso del cameraman radicaba en dar el salto a la realización, circunstancia que, en apariencia, se consumaría por medio de este filme, como suele repetirse ampliamente. Aunque, en realidad, ya había dirigido en Alemania dos largometrajes, Der tote Gast (1921) y Der große Sensationsprozeß (1923)[1], y posteriormente, en Estados Unidos, se hizo cargo de nueve cortometrajes, además de dirigir algunas escenas del Drácula de Browning. Tras la película que nos ocupa dirigió siete filmes más, el último de los cuales fue Las manos de Orlac (Mad Love, 1935), su otra incursión en el fantástico.

Momento del rodaje del filme

John L. Balderston fue el autor de la adaptación norteamericana del Drácula teatral londinense, obra original de Hamilton Deane. Cuando se hizo cargo de la sinopsis argumental establecida por Nina Wilcox Putnam Cagliostro, centrada en un personaje de cientos de años de edad —e inspirada en el personaje real del mismo nombre[2]—, que se había planteado como próximo filme para Boris Karloff, introdujo notables cambios en ella, hasta transformarla por completo. Como periodista había trabajado informando en 1922 sobre el descubrimiento de la tumba de Tuntankamón, y desde entonces desarrolló un notorio interés por el Egipto antiguo. Así pues, varió el enfoque y lo inclinó hacia la mitología de las maldiciones faraónicas —con el título inicial de Imhotep, King of the Dead—, tan en boga en aquellos años[3].

Todo ello lo interconectó por medio de una estructura argumental heredera de su previo Drácula, donde muchas de las situaciones disponen de sus homólogas. Y también heredó de Drácula la secuencia de créditos acompañada por la música de El lago de los cisnes de Tchaikovsky[4]. Téngase en cuenta que, en los inicios del sonoro, se tardó algunos años en implantar el uso de la música como acompañamiento atmosférico a las imágenes, y que esta solo se empleaba en los créditos iniciales y finales. Aquí, al margen de ello, aparecen apenas unos escasos compases ilustrados mediante melodías, aunque la escena cumbre, significativamente, está rodada en un casi absoluto silencio, elemento sobre el que después nos extenderemos.

Acaso el resultado hubiera devenido en un rutinario pastiche sin personalidad de no haber sido por el concurso de Freund, quien brindó a la narración un álgido sentido de romanticismo necrófilo. Resulta sorprendente cómo se llega a establecer ese vínculo magnético entre Imhotep /Ardath Bey y Helen Grosvenor, y ello se debe a las interpretaciones, respectivamente, de Boris Karloff y Zita Johann, quienes no solo transmiten a sus personajes un aura misteriosa, sino que establecen una extraña química entre ambos actores, aun siendo tan distintos, incluso antitéticos, diríase. Gran parte de la película se sostiene en esa interdependencia que se establece entre ambos intérpretes, entre ambos personajes.

El otro elemento fundamental, por supuesto, lo representa la labor de Karl Freund al frente de la dirección y, diríase, también de la fotografía, pese a que esta se halle acreditada a Charles J. Stumar. Película de inicios del sonoro, como hemos visto, Freund aplica en ocasiones recursos propios del cine mudo, como en la referida «escena cumbre», en la que aparece el joven científico Ralph Norton (Bramwell Fletcher), quien, tras leer en susurros el manuscrito que devuelve la vida a los muertos, provoca la resurrección de Imhotep. En silencio absoluto, la momia se reanima y se aproximan con lentitud hacia la mesa donde trabaja Norton y, cuando este, al fin, se apercibe del horror, el silencio se quiebra por medio de un grito entrecortado que ñuego se transforma en un alarido y acaba mutando en carcajadas de locura. Hermosa y terrible manera de representar la transición del cine mudo al sonoro.

Esta imagen, como tal, no aparece en la película

La perezosa estructura copiada de Drácula, de esa manera, se ve así avivada por el vínculo que se establece entre el egipcio milenario revivido y la joven muchacha mestiza, desconocedora, al inicio, de su legado, pues es la reencarnación de Ankh-es-en-amon, una princesa que fue amante de Imhotep en aquel remoto pasado. Ahora, sin embargo, Helen, en cuanto ve al hombre de rostro apergaminado siente un misterioso lazo con él. Imhotep puede controlarla desde la distancia, del mismo modo que Svengali lo hacía con Trilby en la fascinante Svengali (Svengali, Archie Mayo, 1931). De este modo, Imhotep intentará arrebatar a Helen a los científicos que la protegen, tal como hacían los héroes de Drácula con Mina[5]. Los encuentros entre Ardath Bey y Helen Grosvenor se plantean, en realidad, como el reencuentro de dos antiguos amantes, en el que aquél, siempre consciente de su dual personalidad como Imhotep, hace rememorar en ella su verdadera identidad como Ankh-es-en-amon.

Es una lástima que haya escenas eliminadas. Y es que, cuando Imhotep enseña a Helen su pasado en el estanque, además de verse el flashback que conocemos y en el que se acredita la relación entre ambos, se mostraban las posteriores reencarnaciones de ella a través de diversas épocas. El montaje final eliminó todas esas escenas por considerarse que ralentizaban la trama. En una de las secuencias descartadas, ella era una mártir cristiana arrojada a los leones; en otras, aparecía entre los vikingos, en tiempos de María Antonieta y en la Edad Media, junto a los cruzados[6]. Otras fuentes refieren que las escenas de las distintas encarnaciones de Helen fueron eliminadas a instancias del código de censura Hays[7].

Una de las imágenes descartadas

Otro de los elementos que han otorgado el halo mítico que detenta la película es la caracterización que exhibe Boris Karloff, obra del legendario Jack Pierce. Curiosamente, no es su aspecto de momia como tal, elemento que se prodigaría después en las secuelas. Como momia solo lo vemos un instante, al inicio, en el momento de la resurrección. El actor fue caracterizado de cuerpo entero, pese a que solo se muestran el rostro, el pecho y los brazos[8]. Después reaparece, diez años más tarde, frente a los expedicionarios, exhibiendo un rostro apergaminado, diríase a medio camino entre la vida y la muerte. La interpretación de Boris Karloff es extraordinaria: un hablar arrastrado, con un acento misterioso y cavernoso, y una expresividad en la mirada escalofriante, potenciada por ese mágico primer plano en el que los ojos, de súbito, brillan. Su lenguaje corporal, por el contrario, lo muestra caminando envarado, rígido, como una rama reseca por paso del tiempo.

Todos estos elementos, y muchos más, caracterizan, pues, a La momia como una obra maestra del cine de terror de todos los tiempos; una joya imperecedera, mágica, inquietante y bella, en la que la relación entre Eros y Thanatos se manifiesta a través de todos los poros de sus fotogramas.

 

Anecdotario

  • Títulos de rodaje: Cagliostro / Im-Ho-Tep / King of the Dead.
  • El rodaje aconteció entre septiembre y noviembre de 1932, en los Universal Studios de Universal City, en California, así como en el desierto de Mojave, el Red Rock Canyon State Park, en Cantil, Rocky Buttes, en Palmdale, Los Ángeles, todo ello en California. Escenas descartadas también se rodaron en las Vasquez Rocks y en el Blayney Ranch, en Palmdale, en California.
  • Presupuesto estimado: 196 000 dólares.
  • El guion de esta película sirvió inequívocamente de inspiración para James V. Hart en su reelaboración del Drácula de Bram Stoker (Bram Stoker’s Dracula, 1992), de Francis Ford Coppola.
  • A su vez, la novela de Anne Rice La momia o Ramsés el maldito tiene no pocas influencias del filme.

  • A veces se ha considerado la película como adaptación del relato de Sir Arthur Conan Doyle «Lote nº 249», por el mero hecho de que en la historia aparece una momia revivida; este relato tuvo una adaptación en el filme de sketches El gato infernal (Tales from the Darkside: The Movie, 1990), de John Harrison, protagonizado por Christian Slater.
  • Estaba previsto que Katharine Hepburn hiciese una prueba para el rol principal femenino.
  • El nombre que adopta Imhotep en su encarnación «humana» es Ardath Bey, anagrama de «Death by Ra» (muerte por parte de Ra).
  • La estatua de Anubis, así como parte del decorado, fueron reutilizados en el serial Perils of Pauline (1933), de Ray Taylor.
  • El maquillaje de Karloff tardaba ocho horas en ser aplicado. En la escena inicial fue maquillado de cuerpo entero, si bien solo se le ve el rostro, parte del pecho y las manos. La protagonista, Zita Johann, era firme creyente de la reencarnación y otras artes místicas. Durante el rodaje de la muerte de su personaje dijo que tuvo una experiencia de proyección astral.
  • Secuelas:

The Mummy’s Hand [dvd: La mano de la momia, 1940], de Christy Cabanne.

The Mummy’s Tomb [dvd: La tumba de la momia, 1942], de Harold Young.

The Mummy’s Ghost [dvd: El fantasma de la momia, 1944], de Reginald LeBorg.

The Mummy’s Curse [dvd: La maldición de la momia, 1944], de Leslie Goodwins.

  • También originó la parodia Abbott and Costello Meet the Mummy [dvd: Abbott y Costello contra la momia, 1955], de Charles Lamont.

  • Remakes:

The Mummy’s Hand [dvd: La mano de la momia, 1940], de Christy Cabanne.

La momia (The Mummy, 1959), de Terence Fisher.

Trance [tv: Trance – La momia, 1998], de Michael Almereyda.

La momia (The Mummy, 1999), de Stephen Sommers (teóricamente).

La momia (The Mummy, 2017), de Alex Kurtzman (teóricamente).

  • También existe un cierto parecido en La venganza de la momia (1973), de Carlos Aured, con guion y protagonismo de Paul Naschy [Jacinto Molina].
  • Estrenada en Estados Unidos el 22 de diciembre de 1932 y en España el 6 de marzo de 1933, en Madrid en el cine Avenida.

Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)

 

CALIFICACIÓN: *****

  • bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

 

[1] Dos películas de las que se sabe muy poco. El IMDb define a la primera como de misterio, y la segunda como un drama.

[2] Giuseppe Balsamo (1743-1795), conocido por el alias de conde Alessandro di Cagliostro, fue un ocultista, aventurero y estafador italiano, que se hacía pasar por mago.

[3] Tras la apertura de la tumba de Tutankamón diversos implicados murieron en extrañas circunstancias, propiciando la conocida como «La maldición de los faraones» o «La maldición del rey Tut». Se especula que algunas de las muertes pudieron ser provocadas por una bacteria presente en la tumba, y en estado latente durante todos esos siglos.

[4] La cual también fue utilizada en Doble asesinato en la calle Morgue y en Secret of the Blue Room (1933), de Kurt Neumann

[5] En el filme de Browning también aparecen Edward Van Sloan y David Manners, y aquí prácticamente repiten idénticos personajes.

[6] En esas secuencias aparecían Henry Victor como un guerrero sajón y Arnold Gray como un caballero. Curiosamente, en los créditos finales aparece acreditado el actor Henry Victor y su personaje.

[7] Aunque en aquel entonces todavía la oficina de censura no había afilado sus zarpas. Recuérdese que dos años más tarde tendríamos Tarzán y su compañera (Tarzan and His Mate, Cedric Gibbons, [Jack Conway, James C. McKay], 1934) y el famoso desnudo de Jane, e inclusive aquí se vislumbra un pezón a la actriz Zita Johann.

[8] En los planos generales es reemplazado por un maniquí, como resulta obvio.