Lynn Claymore recibe como herencia una mansión de su difunto tío, enclavada en una pantanosa región de Florida. Allí llega junto a un abogado y un criado negro. Se supone que el lugar está vacío desde la muerte del familiar, pero por los pasillos rondan misteriosas figuras encapadas, y en torno a la casa un misterioso chino. Al poco comienzan a arribar más visitantes.
Dirección: Bennett Cohen. Producción: Otto K. Schreier Productions para Goodwill Productions. Productor: Otto K. Schreier. Guion: Bennett Cohen, con títulos de Forrest Sheldon. Fotografía: King D. Gray. Montaje: Fred Bain. FX: Edward Bush (efectos eléctricos), Clyde Whittaker (efectos técnicos). Intérpretes: Francis X. Bushman Jr. (Lynn Claymore), Jack Perrin (Richard Mason), Kathryn McGuire (Mary Bronson), Edward Peil Sr. (Suie Chang), Charles Belcher (Samuel Lund), Nora Cecil (Mrs. Hart), Martin Turner (Trohelius Snapp, el criado negro), Eddie Dennis (‘Useless’ McGurk), Al Hallett (Otis el mayordomo), Andrew Waldron (Peter Marlin), Larry Fisher (Red O’Connor)… Nacionalidad y año: Estados Unidos 1926. Duración y datos técnicos: 54 min. B/N 1.33:1.
Midnight Faces (1926) es una típica película representante del subgénero del “caserón misterioso”, al estilo de otras como Una noche misteriosa (One Exciting Night, D. W. Griffith, 1922), El castillo encantado (The Ghost Breaker, Alfred E. Green, 1922), El Murciélago (The Bat, Roland West, 1926) o El legado tenebroso (The Cat and the Canary, Paul Leni, 1927). Estas cintas, según el caso, poseían más o menos elementos humorísticos, y en el presente se centran solo en el personaje del criado negro, que sigue el arquetipo de la época de ser enfermizamente asustadizo, así como en un par de detectives que salen al final, uno de los cuales tiene la obsesión de estar comiendo nueces en todo momento. Por tanto, podría considerarse este aporte el clásico ejemplo de film “serio” con unos pocos apuntes de humor.
Por lo demás, sigue los moldes característicos de este tipo de historias, sin aportar ninguna novedad a una estructura que se adivina desde el inicio. Llega el heredero ―¿por qué todas las herencias han de proceder de tíos lejanos de los que no tienes noticias?―, acompañado del abogado que ha movido todas las tareas administrativas, así como del criado negro del protagonista. El caserón se supone que está deshabitado, pero hay una o dos figuras encapadas que rondan por el lugar, y pronto comienzan a llegar otros personajes: la servidumbre antigua, compuesta del ama de llaves, un mayordomo y un antiguo sirviente que lleva en silla de ruedas desde un pasado accidente. Y luego aparece una muchacha que corre asustada, perseguida por un chino, y que será acogida en la casa.
Todos esos personajes, pues, pasarán la noche en el caserón, pero no podrán dormir. Extraños golpes en las paredes, garras que brotan detrás de las cortinas intentando atrapar a los personajes y, sobre todo, muchas sombras acechantes. El modo en que la figura encapada aparece, así como un plano de la sombra de esta, es idéntico al de Lon Chaney en un momento determinado de El fantasma de la Ópera (The Phantom of the Opera, Rupert Julian, 1925). Y el uso de las sombras es similar al que aparece en Nosferatu, el vampiro (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, F. W. Murnau, 1921), en particular un momento, bastante atractivo, en el cual la sombra de una mano se aproxima a una puerta, y aferra el pomo, algo materialmente imposible[1].
Pese a todo, el film es un tanto convencional, y no es de los que debieran pasar a las antologías, aunque no es insoportable, tal como lo juzga el crítico Christopher Workman: “Una entrada completamente olvidable en la serie de viejas comedias de terror de caserones sombríos. [El director] Cohen maneja el material con una ausencia casi intencionada de estilo, atmósfera e ingenio… Incluso con menos de una hora, la película se arrastra interminablemente”[2]. Esa ausencia de estilo es cierta, aunque sí existe una intención atmosférica por medio de los referidos efectos de sombra, si bien no aprovecha el ambiente pantanoso donde transcurre, y el film no se hace interminable sino que se ve hasta con cierta simpatía. Y no podemos considerarla una comedia pese a los aportes humorísticos de dos o tres personajes, como ya referimos al inicio.
El director es el hoy olvidadísimo Bennet Cohen (1890-1964), quien también escribe el guion. Fue sobre todo guionista de wésterns, y como director de largos debutó con Fightin’ Odds (1925) y finalizó con Laddie Be Good (1928), haciendo un total de doce películas, siendo la presente la segunda. Como protagonista tenemos a Francis X. Bushman Jr. ―no confundir con su padre, la gran estrella de cine mudo, y que encarnaba a Messala en Ben Hur (Ben-Hur: A Tale of the Christ, Fred Niblo, 1925)―. Junior tuvo una carrera más discreta, y cabe destacar, ya en el sonoro, su participación en el mítico serial Los tres mosqueteros del desierto (The Three Musketeers, Colbert Clark, Armand Schaefer, 1933), uno de cuyos guionistas fue precisamente Bennet Cohen.
Anécdotas
Título alternativo: Midnight Fires.
Estrenada en Estados Unidos el 25 de marzo de 1926.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: **
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra
[1] En Estados Unidos el film de Murnau se estrenó el 3 de junio de 1929. Así que no sabemos si el director y guionista pudo ver la película en un viaje a Alemania, o bien es una mera casualidad.
[2] Workman, Christopher; Howarth, Troy: Tome of Terror: Horror Films of the Silent Era. Midnight Marquee Press, 2016; p. 302. Citado en la Wikipedia inglesa.