Un botánico y un fotógrafo están explorando el Himalaya. Cuando el guía sherpa que los conduce les comunica que un yeti ha secuestrado a su esposa, en lugar de acceder a ayudarlo pasan de él. El hombre tomará las riendas de la expedición y retendrá como rehenes a los occidentales. Finalmente, lograrán capturar al monstruo.
Dirección: W. Lee Wilder. Producción: Planet Filmplays para United Artists. Productor: W. Lee Wilder. Guion: Myles Wilder. Fotografía: Floyd Crosby. Música: Manuel Compinsky. Montaje: Jodie Copelan. Dirección artística: Frank Paul Sylos. FX: Lee Zavitz (efectos especiales). Intérpretes: Paul Langton (Dr. Frank Parrish), Leslie Denison (Peter Wells), Teru Shimada (Subra), Rollin Moriyama (Leva), Robert Kino (inspector Karma), Robert Hinton (encargado de las aerolíneas), Darlene Fields (Joyce Parrish), George Douglas (Corey Jr.), Robert Bice (Fleet), Keith Richards (Harry Bennett), Rudolph Anders (Dr. Louis Dupont), William Phipps (teniente Dunbar), Jack Daly (Edwards), Rusty Wescoatt (vigilante en el almacén), Darwin Greenfield (mujer)… Nacionalidad y año: Estados Unidos 1954. Duración y datos técnicos: 71/69 min. B/N 1.37:1.
El director de la presente película, W. Lee Wilder, es más famoso por ser hermano del mucho más prestigioso Billy Wilder, y por el hecho de no llevarse ambos muy bien, que por toda su filmografía. En cuanto a The Snow Creature (1954), el crédito que lo destaca es el hecho de ser considerado el primer film que hace aparecer en sus imágenes a un yeti. Aunque, en sentido strictu, no es así: previa a él está la comedia finlandesa Pekka ja Pätkä lumimiehen jäljillä (Armand Lohikoski, 1954), que se estrenó cuatro meses antes, e incluso algunas fuentes acreditan como tal criatura a la de A la conquista del Polo (À la conquête du Pôle, Georges Méliès, 1912), aunque yo no lo consideraría así.
El apelativo de «abominable hombre de las nieves» fue acuñado en 1921 por parte del teniente coronel Charles Howard-Bury, en su libro Mount Everest: The Reconnaissance (1921), en el que participaba la crónica de la conocida como «Expedición británica al Everest 1921», donde localizó las huellas de una criatura. Su sherpa las definió como pertenecientes al «Hombre salvaje de las nieves», al que daban el nombre de «metoh-kangmi»: «metoh» significa «oso hombre» y «kangmi» hombre de las nieves. En cuanto al término «yeti», este procede del tibetano. El especialista Swami Pranavananda afirma en su libro The Abominable Snowman (Journal of the Bombay Natural History Society, 1954) que las palabras «ti», «te» y «teh» derivan del término hablado «tre» (deletreado «dred»), que significa «oso» en la lengua del Tíbet.
En los años cincuenta del pasado siglo, comenzaron a llegar del Himalaya rumores sobre la existencia de una criatura llamada Yeti, sobre todo después de unas famosas fotografías de pisadas realizadas por el explorador Eric Shipton en 1951. En 1953, cuando Sir Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay coronaron la cima del Everest, los informes hablaron también del hallazgo de unas huellas de un animal no identificado. Fue en 1954 cuando el periódico británico Daily Mail organizó una expedición con el fin de localizar la criatura, pero esta se saldó con el fracaso, pese a lo cual la fiebre por esa leyenda se desató totalmente. En Estados Unidos se rodó la presente película, y luego llegaron otras del Reino Unido o el Japón.
Poco bueno puede decirse The Snow Creature (1954), y hasta algunas otras películas de Wilder son mejores que la presente, aun no siendo joyas del séptimo arte. En efecto, previas a esta, el realizador aportó, dentro del género, Phantom from Space (1953) y Killers from Space (1954), que son relativamente mejores. La que nos ocupa arranca con una larga parrafada, con una voz en off que corresponde al protagonista, el botánico Frank Parrish, que narra su viaje al Himalaya. Esas primeras imágenes dan la apariencia al film de un documental, lo que a priori podría parecer interesante, al aportar al conjunto un aire de realismo, pero esa circunstancia no se da por la incapacidad de la puesta en escena, así como por el no menos desastroso guion escrito por Myles Wilder, hijo del realizador, y habitual compinche suyo en estos menesteres.
Lo que más resalta del referido libreto es el hecho de narrar circunstancias que hagan que la trama no se concentre en el yeti, teórico eje vertebrador del film, y divaga en subtramas sin mucho interés. El colmo de la estupidez alcanza límites risibles cuando, a la llegada a los Estados Unidos, con el yeti como equipaje, el de aduanas les detenga, acusando que el abominable hombre de las nieves es un inmigrante ilegal. Después, como cabría esperar, en el enésimo plagio de King Kong (King Kong, Merian C. Cooper, Ernest B. Schoedsack, 1933), la criatura escapa y comenzará a perpetrar tropelías. Si cuando estaba en su terreno secuestraba a mujeres (no se explica con qué fines) y a los hombres los mataba, aquí ya no se anda con remilgos y las féminas alcanzan igual destino que los varones (aunque sigue sintiendo debilidad por ellas). Mientras, se aportan sucesivas escenas en un plano fijo con el jefe de policía y el botánico discutiendo acerca de cómo atrapar a la bestia… y no haciendo nada más.
El aspecto del yeti, pese a no vérsele muy bien, resulta bastante risible. Se trata de un hombre alto que parece enfundado en un abrigo de pieles; el rostro semeja cubierto de barba y aparenta lucir un gorrito ruso, de esos con orejeras. Se hace irritante ver a la criatura siempre en la misma composición, en plano medio entre sombras, mirando, o avanzando hacia la cámara con los brazos separados del cuerpo. Por supuesto, al final no habrá la menor reflexión sobre los orígenes de la bestia, ni sobre sus impulsos ni comportamiento. Es un «enemigo» totalmente desdibujado, sin fuerza ni dimensión alguna.
Da lástima ver en este engendro a un genio como Floyd Crosby, un director de fotografía que llegó a trabajar al lado de realizadores como Murnau o Fred Zinnemann. La banda sonora corresponde a Manuel Compinsky, uno de los más reputados violinistas del siglo XX dentro de la música de cámara; sin embargo, su labor es casi invisible (inaudible, cabría decir), y largas escenas transcurren en un silencio absoluto, con lo cual la creación de un ambiente luce por su ausencia en esos momentos, y las imágenes son aún más desangeladas de por sí.
Anecdotario
Título en Argentina y México: El terror del Himalaya.
No está confirmado que el actor que interpreta al yeti sea Lock Martin, el Gort de Ultimátum a la Tierra. Otras fuentes, más creíbles, adjudican el rol al especialista Dick Sands, que también encarnaría al alienígena de Phantom from Space.
El rodaje comenzó el 2 de marzo de 1954, y las escenas de la cueva se filmaron en las Bronson Caves, Bronson Canyon, Griffith Park – 4730 Crystal Springs Drive, Los Ángeles, California, Estados Unidos. Otros planos de la expedición son tomas de archivo con metraje rodado en el Nepal.
El nombre del teniente Dunbar es un guiño a un personaje (interpretado por Don Taylor) de la película Traidor en el infierno (1953), dirigida por Billy Wilder, hermano del realizador de la presente y tío del guionista.
Estrenada en Estados Unidos en noviembre de 1954.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: ½
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra