La doctora Winifred Walker entra en contacto con el doctor Stein, quien le dio clases cuando estaba en la universidad. Ahora él tiene prestigio mundial, ha conseguido el Nobel y tiene pacientes a los que cura por medio del ADN. El prometido de Winifred, Eddie, perdió brazos y piernas en la guerra, y ella quiere que el doctor Stein le cure.
Dirección: William A. Levey. Producción: Frisco Productions Limited. Productor: Frank R. Saletri. Productor delegado: Ted Tetrick. Guion: Frank R. Saletri. Fotografía: Robert Caramico. Música: Cardella Di Milo, Lou Frohman. Montaje: William A. Levey. FX: Gordon Freed (creador del maquillaje), Frank R. Saletri, Ken Strickfaden (efectos electrónicos). Intérpretes: John Hart (Dr. Stein), Ivory Stone (Dra. Winifred Walker), Joe De Sue (Eddie Turner / el monstruo), Roosevelt Jackson (Malcomb), Andrea King (Eleanor), Nick Bolin (Bruno Stragor), Karin Lind (supervisor del hospital), Yvonne Robinson (recepcionista del hospital), Bob Brophy [John Dennis] (ayudante del hospital), Liz Renay (mujer en la cama), Gerald Soucie (hombre en la cama), Beverly Haggerty (mujer en el coche), Daniel Fauré (hombre en el coche), Andy C (cómico del nightclub), Cardella Di Milo (cantante del nightclub), Marva Farmer (chica en el callejón), Robert L. Hurd (chico en el callejón), James Cousar (teniente de policía Jackson), Don Brodie (capitán de policía), Dale Bach (mujer en Dune Buggy)… Nacionalidad y año: Estados Unidos 1973. Duración y datos técnicos: 78 min. – color – 1.85:1 – 35 mm.
Durante los años sesenta del pasado siglo, muy poco a poco, la gente de color comenzó a sentir cómo sus derechos civiles iban siendo instaurados. En 1963 se celebró la famosa «Marcha sobre Washington», los dos años siguientes Malcolm X se unió al movimiento por los derechos civiles y en 1964 se decretó un Acta en ese sentido. En 1968 se instauró otra Acta por los Derechos Civiles.
Mientras, en el mundo del cine, la mayor preponderancia de los negros se iba manifestando, y ya no solo servían argumentalmente para incorporar a la servidumbre. Puede que la pieza de arranque fuese la sólida En el calor de la noche (In the Heat of the Night, Norman Jewison, 1967)[1], ganadora de sendos Oscar en la categoría de mejor película, mejor guion para Stirling Silliphant y mejor actor protagonista (Rod Steiger), así como al montaje y el sonido. Fue, también, un gran éxito para Sidney Poitier, quien encarnaba al inspector de policía Virgil Tibbs, y que se enfrentaba en el profundo Sur de los Estados Unidos con el racismo. Puede que esta película no fuese el primer ejemplar de blaxploitation (que es como se denominaría esta corriente), pero sirvió para que la figura del negro tuviese un reflejo más preeminente en el cine norteamericano. La posterior serie del inspector Tibbs ratificó ese hecho, debutando con Ahora me llaman Sr. Tibbs (They Call Me Mister Tibbs!, Gordon Douglas, 1970). Ese mismo año, Black Angels, de Laurence Merrick, podría considerarse tal vez la primera película de ese movimiento. La serie del detective Shaft confirmó el éxito de esta vertiente, y algunos directores se especializaron en la materia, como Gordon Parks, realizador del primer film de Shaft, Las noches rojas de Harlem (Shaft, 1971), e incluso algunos cineastas no negros, como Larry Cohen.
Es curioso, porque de manera paralela también se desarrolló un ciclo paralelo de películas de gran tradición como fueron las blaxploitation de terror. El éxito de Drácula negro (Blacula, William Crain, 1972) favoreció esta nueva corriente. Después llegarían, entre otras, la prestigiosa Ganja and Hess (Bill Gunn, 1973), de vampiros, Abby (William Girdler, 1974), versión nigger de El exorcista, Sugar Hill (Paul Manslansky, 1974), de zombis, Dr. Black and Mr. White (William Crain, 1976), de título adecuadamente explícito… Y la presente, por supuesto.
En este caso nos encontramos con una variante del mito de Frankenstein creado por Mary Shelley, pero ambientado en la actualidad del rodaje y centrado en personajes negros. El doctor Stein ―alteración de Frankenstein, que ya se empleó en la magnífica The Revenge of Frankenstein [tv/dvd: La venganza de Frankenstein, Terence Fisher, 1958] de la Hammer― es ahora un experto en genética, que ha ganado el Nobel por haber descubierto el código genético del ADN. Tiene dos pacientes en su mansión de Los Ángeles, una mujer de ochenta años que aparenta unos sesenta y cinco, y un hombre al que ha implantado una pierna; a ambos los trata con inyecciones de ADN y ARN, aunque hay efectos secundarios.
Cuando Winifred pide al doctor Stein que cure a su prometido, aquél no duda, y pronto le implanta dos piernas y dos brazos. En cualquier caso, el doctor tiene un ayudante, Malcolmb, que se ha enamorado de Winifred; esta le rechaza con educación, diciendo que está enamorada de su prometido, Eddie, y cuando se cure se casarán. Así pues, Malcolmb, despechado, mezclará de cualquier manera la fórmula que regenera a Eddie, de resultas de lo cual sufrirá una mutación regresiva. Al principio parece que se convierte en una especie de prehomínido, pues le crece pilosidad en la mano y los huesos del cráneo se le desarrollan, semejando algo similar a lo que salía en películas de los cincuenta como The Neanderthal Man [dvd: El hombre de las cavernas, Ewald André Dupont, 1953] o Monster on the Campus [dvd: Monstruo en la noche, Jack Arnold, 1958], pero cuando pasa un tiempo adopta el aspecto más o menos característico del monstruo de Frankenstein, esto es, cabeza cuadrada, pero con pelo a lo afro.
El film, como cabría esperar, es un desatino de principio a fin, de una mediocridad alarmante. El guion es de una simpleza sonrojante, aunque quizás la escena más lamentable sea la de la confesión de su amor por parte de Malcolmb a Winifred. La trama es de una elementalidad tremenda, y no aporta asidero de tipo alguno al que aferrarse, aunque incluso hay un intento de crítica: cuando, al inicio, Eddie está internado en un hospital, un enfermero blanco se desahoga con él, dando muestras no solo de racismo, sino de ser un antipatriota, pues tiene resquemor contra su país porque no le declararon apto para el servicio en la guerra. Por supuesto, este cretino será la primera víctima del monstruo.
Si terrible resulta el guion, la realización no le va a la zaga, con un uso del zoom digno de cualquier subproducto europeo. Dentro de la indigencia narrativa solamente hay un plano con cierta inventiva visual como es aquel cuando el monstruo arrastra a una chica, y ello se vislumbra rodado con la cámara a ras del suelo y unas gafas en primer plano, acaso intento por parte del director de emular un plano similar de la magistral Extraños en un tren (Strangers on a Train, Alfred Hitchcock, 1951). El director, por cierto, es William A. Levey, que con la presente debutaba en el ámbito, y es responsable también de otros títulos de baja categoría como Ser una rosa (To Be a Rose, 1974), Fantasías sexuales (Slumber Party ’57, 1976), En Washington los senadores están calientes (The Happy Hooker Goes to Washington, 1977) o Hellgate [vd/tv: En las puertas del infierno, 1989].
Dentro de lo paupérrimo que es todo, contrasta ―para bien― la excelente fotografía, debida a Robert Caramico, quien desarrolló una profusa carrera dentro de la serie B, aunque siempre cediendo viveza estética a los resultados. Había debutado nada menos que con Orgy of the Dead (Stephen C. Apostolof, 1965), con guion de Ed Wood, y más adelante se haría cargo de las texturas a lo cómic de la EC de Trampa mortal (Eaten Alive, 1976) para Tobe Hooper. Aquí da un lustre de tonos pastel a la imagen, y los planos del laboratorio son estupendos, así como las imágenes del monstruo avanzando con los brazos extendidos y cuya sombra se refleja en la pared, y que hará las delicias de los amantes del mito de la Universal.
De hecho el monstruo, como se ha dicho, emula la imaginería que todos conocemos, aunque dada la fecha de esta producción ello podría parecer un poco trasnochado. Camina con los brazos extendidos, en efecto, aunque más que recordar a Boris Karloff rememora más al Glenn Strange de la parodia de Abbott y Costello. Cuando mata hay algunos elementos gore: al enfermero le arranca un brazo y se lo va comiendo por el pasillo, a una mujer le arranca los intestinos… Al final, el monstruo es abatido por un par de perros Doberman de la policía. Desternillante cuando uno de los perritos se aleja con un brazo en la boca.
Aunque lo que de verdad es apabullante es el bajísimo nivel interpretativo que el film detenta. Tal vez el mejor sea John Hart, que interpreta al doctor Stein, actor que llegaría a trabajar con realizadores del nivel de Alfred Hitchcock, Vincente Minnelli, Norman Jewison o George Pal, aunque aquí no esté precisamente fino. La protagonista femenina, Ivory Stone, es terrible, y resulta significativo que no hiciera película alguna más. Aunque quien se lleva la palma es Roosevelt Jackson, intérprete del personaje de Malcolmb, que recita sus diálogos con una impasibilidad total, y que en la escena donde pone la camisa de fuerza a un paciente se ve que se está riendo.
En fin, una serie Z, clásico ejemplo de producto industrial de ínfimo nivel, destinado como herramienta sacacuartos en cines de barrio, y que solo es recomendable para un público aficionado al género que tenga un afán de completismo anonadador.
Anécdotas
- Títulos alternativos: William Levey’s Blackenstein / Black Frankenstein / Return of Blackenstein.
- Joe De Sue, el actor que interpreta al monstruo, parece ser que era un abogado criminalista que intentaba hacerse una carrera en el cine. Esta es su única película.
- El laboratorio del doctor Stein usa algunos de los instrumentos que se emplearon en la película El doctor Frankenstein (Frankenstein, James Whale, 1931).
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: *
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra
[1] Aunque hay que señalar también otra película de gran importancia, de igual modo con Sidney Poitier en su reparto, Adivina quién viene esta noche (Guess Who’s Coming to Dinner, Stanley Kramer, 1967).