El doctor Simon Helder es detenido por practicar experimentos al estilo de Frankenstein y recluido en un manicomio. Casualmente, en esa institución mental también fue encerrado el barón, quien se ha hecho dueño y señor del lugar por medio de extorsionar al director del establecimiento. Y prosigue con sus estudios de crear vida a partir de la muerte.

Dirección: Terence Fisher. Producción: Hammer Films para AVCO Embassy. Productor: Roy Skeggs. Guion: Anthony Hinds [acreditado como John Elder]. Fotografía: Brian Probyn. Música: James Bernard, [y Philip Martell, música adicional]. Montaje: James Needs. Dirección artística: Scott MacGregor. FX: Eddie Knight (maquillaje), Les Bowie (efectos especiales). Intérpretes: Peter Cushing (barón Frankenstein / Dr. Carl Victor), Shane Briant (Dr. Simon Helder), Madeline Smith (Sarah / El Ángel), David Prowse [acreditado como Dave Prowse] (monstruo), John Stratton (director del manicomio), Michael Ward (Transvest), Elsie Wagstaff (El Salvaje), Norman Mitchell (sargento de policía), Clifford Mollison (juez), Patrick Troughton (ladrón de cadavers), Philip Voss (Ernst), Christopher Cunningham (Hans), Charles Lloyd Pack (profesor Durendel), Lucy Griffiths (Vieja Bruja), Bernard Lee (Tarmut), Sydney Bromley (Muller), Andria Lawrence (la chica descarada), Jerold Wells (arrendador), Sheila D’Union (Gerda), Mischa De La Motte, Norman Atkyns, Victor Woolf, Winifred Sabine, Janet Hargreaves, Peter Madden, Hugh Cecil, Ron Eagleton, Lianne Gilmore, Beatrice Greeke, Toni Harris, George Holdcroft, Roy Lansford, Peter Macpherson, Gordon Richardson, Nicholas Smith… Nacionalidad y año: Reino Unido 1974. Duración y datos técnicos: 95 min. – Technicolor – 1.85:1 – 35 mm.

 

En El horror de Frankenstein (The Horror of Frankenstein, Jimmy Sangster, 1970) la Hammer decidió pasar olímpicamente de Peter Cushing, confiando que un reparto joven conseguiría llevar al público en tropel a las salas. El filme fue un fracaso. Así pues, en esta nueva aportación al ciclo centrado en la creación de Mary Shelley volvieron a confiar en el veterano actor. Era ya una época en la cual la compañía intentaba sobrevivir de cualquier manera, y Frankenstein y el monstruo del infierno (Frankenstein and the Monster from Hell, 1974) representaba la producción número 161 de la casa; anterior a esta, estrenaron Captain Kronos: Vampire Hunter [vd: Capitán Kronos, cazador de vampiros / El cazador de vampiros; tv/dvd: Capitán Kronos, cazador de vampiros, Brian Clemens, 1974], innovadora cinta que los responsables a su cargo ni comprendieron ni apoyaron, y después vendría Un hombre en casa (Man About the House, John Robins, 1974), floja traslación a la pantalla grande de la mítica serie de televisión[1].

         

Dentro de ese estado diríase ya agónico, la Hammer consiguió sacar a una reacia Paramount la suma de 280 000 dólares para hacer esta película. El proyecto no solo recuperaba a Cushing, sino también a Terence Fisher como director y a Anthony Hinds/John Elder como guionista. Era un intento de aportarle una pátina de lo que la saga había sido en tiempos. El caso es que Hinds forjó un guion que, en realidad, era un pastiche de elementos de entregas previas: el entorno del manicomio está cogido de la muestra anterior del ciclo con Cushing, El cerebro de Frankenstein (Frankenstein Must Be Destroyed, T. Fisher, 1969), así como otros elementos ambientales y de personajes, como la criatura que no se reconoce ante el espejo; la chica muda ya fue un elemento propio del guionista en Frankenstein Created Woman [tv/dvd/bd: Frankenstein creó a la mujer, T. Fisher, 1967]…

Y, curiosamente, como en esta última citada, aquí de nuevo Frankenstein tiene lesionadas las manos. Si recordamos el final de El cerebro…, el barón era introducido en la casa en llamas por parte de su criatura. Aquí se dice que se quemó las manos, pero fue al servicio de la ciencia, y le operó la propia Sarah, por lo cual se presupone que ya sucedió mientras estaba internado en el manicomio. Esa alusión, así como otras, hace pensar que este filme carece de continuidad con los previos. Y llegado a este punto, con este como último representante de la serie, podemos conjeturar que, de todas las entregas, solo las dos primeras tienen verdadera continuidad entre sí, y las demás van por libre.

El guion de Hinds es un cúmulo de elementos interesantes y otros ridículos. Entre los primeros tenemos todo lo que concierne a la criatura y su pérdida de identidad, así como un plantel de secundarios sugestivos, si bien poco aprovechados, como es el interno que se cree Dios, o el violinista que se ahorcará con las propias cuerdas de su instrumento. Entre los ridículos hay varios, pero en especial el absurdo plan de Frankenstein de prolongar sus experimentos por medio de hacer aparear al monstruo con Sarah, que carece por completo de sentido. Para ser una película que buscaba retornar a una antigua fórmula Hammer, con ambiciones, parece que Elder no se tomó demasiado esfuerzo en concebir un libreto sólido, tomando detallitos de aquí y de allá, en lugar de construir algo más solvente. Pero esa labor, sencillamente, le excedía.

En cuanto a Terence Fisher, este se tomó su labor con mucha más profesionalidad. Como se suele decir, supo extraer oro de las piedras. Sin duda, la limitación presupuestaria impulsó a que la acción se circunscribiera casi en su totalidad al interior del manicomio, y que no haya una sola toma de exteriores, resolviéndose todo en estudio. Ello origina que todo el filme esté teñido de un talante claustrofóbico, encarrándonos a los espectadores dentro de la institución mental, con los pacientes. Fisher explora ese tono constreñido por medio de planos cerrados y una fotografía ocre, y con ello construye una atmósfera asfixiante, semejando que estamos más en una pesadilla que en un entorno real.

Como siempre, sobresale Peter Cushing en una encarnación soberbia, increíble. Su Frankenstein, aquí, es inflexible, seco, intolerante. Su mirada profunda, los labios rígidos, se convierten en un gesto de constante reprobación hacia todos. Aunque, en algún momento, puede incluso reír ante un chiste, y entonces parece liberarse de su tensión y envaramiento. Es, también, como siempre, alguien obsesionado con su trabajo, que no se permite un momento de relax, y que ante su investigación no se atiene a nada. Hay un momento en el que exclama «Yo no soy un asesino», y justo en el momento siguiente, en una consecuencia de causa-efecto, aparece muerto aquel que necesitaba para sus experimentos. ¿Ha sido él el responsable? Y tampoco le preocupará que un monstruo deforme viole a una inocente muchacha, dado que, de paso, el shock puede provocarle a ella la recuperación del habla. No hay mal que por bien no venga, en la moral de Frankenstein.

Terence Fisher recoge un material casi de derribo, el muy mejorable guion de John Elder, y lo utiliza para construir una pieza compleja, plagada de niveles, donde, una vez más, la moral de los personajes se sostiene sobre débiles mimbres: sobre el barón ya hemos hablado; Simon Helder (un muy sólido Shane Briant) es una sombra de Frankenstein en muchos aspectos, y su único asidero a cierto tipo de decoro estriba en el dulce personaje de Sarah, a la que todos llaman El Ángel (Madeline Smith), acaso el único ser inocente en toda la película. El director del manicomio es un enfermo sexual que ha intentado violar a su propia hija, y los dos celadores son sádicos que gozan torturando a los internos del lugar.

Aunque siempre se dijo que en el ciclo Frankenstein-Hammer importaba más el creador que el creado, este último también tiene trascendencia. Aquí, como dijimos, se recuperan ideas de El cerebro…, con el trasplante del cerebro de una persona dentro de otro cuerpo. Cuando se recupera, se explora las manos, el rostro, va en busca de un espejo, y no se reconoce. Además, aquí, el aspecto físico del monstruo es atroz, una especie de antropoide gigantesco y peludo, de rasgos primitivos (mediocre maquillaje por parte de Eddie Knight, que se vio coartado a causa del presupuesto). En un momento magistral, la criatura acudirá al cementerio y, usando las cruces a modo de palas, desenterrará su propio cadáver para mirar el que otrora fuera él. Su desesperación es desoladora. Y otro elemento de interés es que el cuerpo, de alguna manera, posee memoria; en principio, la personalidad del trasplantado se mantiene, pero poco a poco la del cuerpo se va imponiendo: el impulso de atacar por medio de cristales lacerantes regresa.

El final es una catarsis de horror. El monstruo escapa y se aproxima a la chica, la única por la cual algo siente. Pero los locos, que también han salido de sus celdas, lo malinterpretan y se lanzan sobre él, provocando un frenesí, despedazándolo, esparciendo sus entrañas. Pero al barón no le importa. La criatura ya no le era útil. Necesita una nueva. Y a ello procederá. El final de la saga queda abierto, dejando patente que Frankenstein, mientras tenga vida, seguirá empeñado en su labor de crear nuevos seres humanos a partir de los muertos. ¡Larga vida a Frankenstein!

 

Anecdotario

  • Título en México: Frankenstein contra el monstruo. Título en Venezuela: Frankenstein y el monstruo del infierno.
  • Presupuesto estimado: 137 200 libras esterlinas.
  • El rodaje comenzó el 18 de septiembre de 1972, y tuvo lugar en los Elstree Studios, Borehamwood, Hertfordshire, Inglaterra, así como el Highgate Cemetery, Swain’s Lane, Londres, Inglaterra, en la escena inicial.
  • El jefe de producción fue el también actor Christopher Neame, aunque algunas fuentes aseguren que no se trata de él.
  • El papel de Sarah se le ofreció primero a Caroline Munro, pero ella lo rechazó porque se negaba a hacer desnudos.
  • Cushing ayudó a diseñar la peluca que porta en el filme, aunque más tarde se arrepintió, diciendo que con ella se parecía a Helen Hayes.
  • Pese a contar con solo 59 años, Peter Cushing estaba mal de salud, pese a lo cual rodó él mismo la escena en la cual salta desde una mesa sobre la espalda del monstruo.

  • Según Shane Briant, se utilizó sangre humana auténtica en la película; se trataba de sangre que no podía ser utilizada en donaciones, y fue aportada por un banco de sangre.
  • Existen copias que censuran el plano donde Frankenstein ayuda en la operación a Helder, sujetando con los dientes el nervio del cadáver. En esas mismas copias, u otras, se censura también el plano final, con los locos tirándose unos a otros las vísceras del monstruo.
  • Séptima y última película del ciclo Frankenstein de la Hammer, que se iniciara con La maldición de Frankenstein (The Curse of Frankenstein, T. Fisher, 1957).
  • Estrenada en el Reino Unido el 2 de mayo de 1974. En España quedó inédita en salas comerciales inicialmente, y apareció editada en formato vídeo, primero por parte de Chester Video en 1984 como El discípulo del terror; luego por parte de Filmayer Video en 1989, ya como Frankenstein y el monstruo del infierno, en una colección Hammer. Se emitió también por parte de TVE en enero de 1993, y luego apareció en DVD debido a Manga Films, en noviembre de 2002, en otra colección Hammer (en versión censurada). Al fin, se estrenó en salas comerciales, en 2005, en los cines Méliès de Barcelona, en versión original subtitulada, durante solo siete días (en Madrid, ni eso).

Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)

 

CALIFICACIÓN: ***½

  • bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

 

[1] La película se rodó en septiembre de 1972, pero no se estrenó hasta mayo de 1974. Este dato se proporciona en el anecdotario, pero conviene resaltarlo.